domingo, 5 de noviembre de 2017

Marcos Mosca - Time to Act





Time to Act



La capacidad de impresionar y de conseguir

la distinción es incompatible
con la intención de hacerlo


La locura es no ver la locura como algo malo, es no verla. Muchas veces uno elegiría no estar loco. Freud diría: Sólo es feliz aquél que es boludo o aquel que se hace el boludo. La elección está más limitada de conseguir el no sufrimiento.
La no locura sería poder hacerte el boludo y no elegir esta opción. Mucho tiempo esta opción no perduraría.
La conciencia de la locura obliga a ver más acá. Lo a mano, las raíces, y surgir con la expresión de aquello que alguien llamará “las impresiones de la infancia”. Y demás subversiones del ánimo. Lo malo es el exceso de racionalidad.
Se hizo consciente un aspecto “bueno”. Podría pensarse la locura como la fachada que en otras épocas era lo llamado normal, es decir, anclar en los significantes terrenales, en los más comunes. Ser estando. Y si no que alguien diga qué es transgredir, ¿qué o quién es un transgresor hoy? Tal vez aquél que trata de modificar el medio positivamente desde las herramientas más instintivas y mediante las extensiones más significativas. No es la felicidad a cualquier precio ni mucho menos. Hablamos de construir para hacernos libres.
No temerle al volverse loco, es el fondo que a todos nos habita, lo común que hace que nos tengamos. Es cuestión de no darle tanta importancia. Lo normal es lo vivido como locura. Tampoco es cuestión de naturalizar ni adaptarse a los aires de época. Es entenderlos y descubrirnos en la perversidad que contienen y nos contiene. Y con eso, con el mismo descubrimiento, actuar, como una burla, un manoseo de las partes más frágiles del sufrimiento, sin temerles. Pintar cuadros con los dedos de los pies. Hacer del rasgo dubitativo una oportunidad. La duda como curiosa pasión de lo trascendente. Sentir, proponer (se), andar, pintar el cuadro con los pies. Hablar menos, lo suficiente, el silencio amerita ser muy pocas veces vulnerado por el sonido de palabras. Y nada de desmerecer la fábula, nada. Ella es hermosa, bienvenida. Una de esas expresiones que se nutren de aquellas impresiones de la infancia. La vivencia que muchas veces es tan real con las sensaciones que la imaginación hace carne. Esos tesoros de sueños siempre serán rincones  de revolución.
Pero el engaño no, la verborragia “ombligomundista” solo siembra propinas en los bolsillos de los camareros de tradicionales bares.
Tampoco reprimir el escape de los llamados “vendedores de humo”, a pesar de su conformismo, estos compadres son los únicos damnificados en la búsqueda de una mano, inseguras almas desafiando al espejo  En ellos, tras el molde hipócrita de las palabras solo tiene lugar el pedido de auxilio, en el grito desgarrado del fondo que busca hacerse lugar en el camino de la conciencia de la locura.
Ya es tiempo de hacer explotar desde los suburbios las grietas del caparazón, de teñir de potencia la obsesión, de encontrar el puente en la extensión de un grito, ES TIEMPO DE ACTUAR…
Que la razón nos enseñe a ser un poco más irracionales.

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